La refrescante sandia

Los calores que hemos soportado la semana pasada, aun sin haber entrado oficialmente en el verano, me han traído a la memoria una de las frutas de mayor tamaño y más refrescante que nos ofrece la naturaleza y de la que hasta ahora no me había ocupado: la sandia.

Se trata de una planta herbacea de la familia de las cucurbitáceas, la misma que la calabaza, cuyos orígenes tenemos que buscarlos en la Biblia, cuando habla que los hebreos, en el desierto del Sinaí, añoraban las sandías que tanto habían apreciado en su cautiverio en Egipto. De este dato deducen los estudiosos del tema que se cultivó en tiempos muy remotos, en el valle del Nilo. Hoy día se la encuentra en todos los países del mundo, siendo sus principales productores Rusia y Estados Unidos.

Aun cuando hay más de cincuenta variedades, todas ellas dan un fruto de forma esférica, de corteza gruesa y dura de color verde, y pulpa jugosa de acusada tonalidad roja, incrustada de semillas negras. En el comercio las encontramos de un peso que oscila entre los 3 y 6 kilos, pero se han recogido piezas que han superado los 100 kilos, por lo que esta fruta esta considerada como la más grande de producción natural, que ha hecho bueno el dicho: Bien está que comas sandía, pero no que te la comas toda.

02 Sandia Erwin Cortés

Sandia. Fotografía: Erwin Cortés.

Oficialmente conocida como Citrullus lanatus, en castellano se le conoce también como patilla, aguamelón o melón de agua, en euskera, comercialmente se le llama sandía, aun cuando el diccionario de Placido Múgica apunta las denominaciones de “Angurri” y “Ur meloi” equivalente a la ultima acepción castellana, que le viene al pelo, pues su carne de un sabor agradablemente dulzón, es muy refrescante ya que contiene hasta el 93% de agua, su contenido en azúcares, sales minerales y vitaminas es muy reducido con respeto a otras frutas., por lo que es recomendable para las personas que, de cara al verano, tratan de conservar la línea. Su color se debe a un pigmento llamado licopeno que, consumido regularmente, ayudará a retardar el envejecimiento, mantener la memoria y concentración, dados sus poderes antioxidantes. Normalmente se come cruda sobre todo para calamar la sed, cuando el calor aprieta, pero yo la he comido, deshidratada y frita, en una cata ciega, sin que participante alguno fuera capaz de identificarla. Estaba sabrosa y dulce.

Artículo de Juan José Lapitz publicado en la sección “Saber y Sabor” del El Diario Vasco.

Fotografía destacada de: Laura Eulalia Silva.

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